miércoles, 22 de junio de 2011

Narración Ficticia

Dicen que todos somos hijos de la Malinche

Dicen las leyendas de los viejos que todos somos hijos de la Malinche. Cuentan aquellos que cuentan sus antepasados que sus abuelos decían que aquella mística tarde que del mar los hermanos emplumados vieron llegar a los hombres barbados, Se oyó la voz del monarca
de que el dios había llegado y sin pensarlo dos veces aquellos se hicieron al agua les abrieron las puertas.     Divisaban  lo lejos grandes bestias y sobre ellos hombres barbados, iban con fuego en las manos y cubiertas de metal, cual si viniesen de las estrellas o aun más allá de ellas. Los hermanos emplumados, temerosos ante la zozobra reaccionaron como el jaguar reaccionaba al cuidar su comida, pues ¿quien no ataca al hermano cuando te despoja lo suyo? Pero se hablaba de una dama, una mujer aguerrida que decían venía del sur de aquel lugar que llamaban Xalli-Pan, una mujer color de barro, de cabellos como cascadas de noche y ojos tan profundos como el mismo mar. Y de ella se decían más de mil historias, y de ella se escribieron mas de mil memorias, y de ella  queda solo una palabra: Malintizin. Pues aquella mujer de que se hablaba a aquellas embarcaciones subió una y otra y otra vez, siempre diferente, siempre con una sonrisa en el rostro que dejaba mucho en que pensar.
No era mucho de extrañarse lo que ya se  comentaba entre los que habían sobrevivido a las luchas y pestes españolas, pues no paso mucho tiempo cuando su vientre como la luna llena se expandía e iluminaba de un color distinto al natural; pues aquella criatura no era de piel oscura y cabellos negros como la media noche, sino blanca como el tecolote nocturno que se posaba en los oyameles y con ojos de color como los que el jaguar procuraba al atacar. Y es que no fue uno solo, sino cuentan aquellos que cuentan sus antepasados que sus abuelos decían que una camada de 5 tecolotes con ojos de jaguar habían nacido de tan dichosa mujer.
Se le veía pasear por el tianquiztli, como ellos llamaban a su mercado, con  una mirada distinta, dicen aquellos que por encima de todos, su dialecto era difícil e inentendible pues hablaba como los barbados hablaban y sus nahuas coloridas cambiaron por aquellos trapos sucios que los barbados usaban.
Y es que se decían muchas cosas, pero algo si se sabía con certeza, que esa mujer a quien llamaban la Malinche fue la primer mujer en concebir al hijo del barbado en tierra mexica, de algo que si estaban seguros aquellos que relatan las leyendas, es que desde ese momento ningún nacido volvió a ser igual, pues ese color canela, esa piel de barro empezó a volverse más blanca como el tecolote que se para en el oyamel, y esos ojos que eran profundos  como la noche, se volvían más claros como los ojos del jaguar; eso que se decía si nos consta a todos.
Y al final quienes somos para juzgar a quien se atrevió a cruzar la frontera de lo que se conocía y se aventuro a aprender cosas mas allá de lo que los antiguos decían era el fin del mundo, porque al final no somos más que el resultado de una mezcla perfectamente diseñada o quizá erróneamente creada, pero existente, pues es que dicen las leyendas de los viejos que todos somos hijos de la Malinche, hijos de los barbados y de las mujeres de color del barro, cabellos como cascadas de noche y ojos profundos como la luna llena. 



1 comentario:

  1. Que bonita leyenda, me gustó mucho. Con este tipo de historias, narradas con cariño, entonación apropiada y si es posible gesticulaciones y más; los niños estarán encantados y querrán aprender aún más.

    ResponderEliminar